La literatura tiene también sus propias técnicas de reproducción. La ventaja con respecto a la realidad humana es que la ficción permite que los seres, ambientes y tramas que pueblan esa ficción se reproduzcan de múltiples formas, y que quienes escribimos podamos elegir a nuestro antojo la técnica reproductiva que nos plazca.
Así lo he hecho yo para crear uno de los personajes principales de la novela que terminé hace unos meses (os hablé de ella aquí). Irene —así se llama ese personaje— comparte material genético con Carla, protagonista en el relato «El robo de la piscina» de mi libro de relatos Hoy no puedo.
Carla es un personaje que me gusta mucho: es potente, imperfecto, complejo y tiene vida interior. De niña y adolescente despuntaba física e intelectualmente (era una joven promesa de la natación y un portento en matemáticas). Su familia y su entorno depositaron en ella unas grandísimas esperanzas, hasta el punto de que sus padres deciden sacrificar su vida para centrarse en desarrollar convenientemente todas las aptitudes de Carla. Además, el comportamiento del personaje en la historia nos revela que es una mujer decidida, muy capaz de tomar las riendas de su vida cuando quiere.
Carla es un personaje que me gusta mucho: es potente, imperfecto, complejo y tiene vida interior Clic para tuitearA pesar de todos esos genes estupendos —por seguir con la metáfora—, Carla sufre un tedio brutal y complejo, algo que aparece sistemáticamente en su vida y que hace que no sea capaz de disfrutar de sus habilidades, de sus relaciones, de nada. Se aburre. Y ya está. Sufre la presencia de una niebla que lo envuelve todo.
En la novela, ese punto de partida lo hereda Irene. Me apetecía indagar en la niebla, en esa abulia congénita, y poder hacerlo en una ficción de más largo recorrido que unas pocas hojas de un relato me motivaba aún más.
Lo cierto es que Irene no es Carla, no es un clon. Irene tiene su propia personalidad, sus experiencias distintas a las de Carla. Dicho de otra forma: el personaje de la novela no es una copia del personaje del relato, pero por algún mecanismo biológico que no soy capaz de explicar, Irene lleva en su ADN algunas de las características de Carla.
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