No nos engañemos: no nos controlamos. «No, no, yo sí controlo». Que no, que no es verdad: tú tampoco controlas. Usamos el móvil. Mucho. Todo el tiempo. Y tenemos ansiedad si no lo hacemos. Eso es así. Palabra de Jobs.
Venga, enumero. Tacha mentalmente si te sientes identificado/a:
- No puedes estar más de media hora sin mirarlo, sin contemplar la pantalla, aunque no lo desbloquees. Solo media hora. Cronometra.
- Haces fotos con frecuencia. Crees que quieres conservar ese momento, pero lo cierto es que no tenemos espacio o, peor, no tenemos tiempo para volver a verlas. Piénsalo. ¿Has vuelto a ver las fotos del verano pasado? No.
- No pasan dos días sin que pongas algo en redes. Lo que sea: algo transcendente o simple postureo. Sí, Instagram también cuenta.
- ¿Y WhatsApp? ¡Ay, WhatsApp! Has silenciado los grupos. Los que están a tu alrededor lo agradecen. Pero no mientas, cada poco echas un vistazo a ver qué hay de nuevo en el grupo de los primos, de las nenas o en el de los colegas de departamento.
- Te salta algún tipo de notificación de tanto en cuanto: el correo, Twitter, una alerta de algún periódico digital, un juego que te recuerda que hace mucho que no juegas…
Por supuesto, en esta adicción también hay grados. Yo, por ejemplo, jamás saco el móvil si estoy tomando un café con otra persona y charlando. ¿Jamás? ¿Estoy seguro? ¿Y cuando uno de los dos va al baño y ambos aprovechamos la vuelta para echar un ojo antes de retomar la conversación? Glups…
Tan grave es la cosa que los expertos (esta suerte de orden templaria que llamamos “los expertos” me mata, de verdad… pero esto es para otra entrada) han ideado un término para denominar a ese sentimiento que tenemos cuando alguien hace más caso al móvil que a nosotros: phubbing. Por cierto, la Fundéu ha propuesto una adaptación de esta palabra al castellano: ningufoneo.
Algunas ideas para controlar el móvil
Os propongo algunas ideas para autocontrolaros que yo mismo he probado pero, claro, espero comentarios con vuestras propias aportaciones. Ahí van:
- Los momentos avión. Un par de veces al día pongo el móvil en modo avión. Especialmente en el trabajo. Eso me da un tiempo (empecé con 25 minutos por cada momento y he llegado a 40) en el que no me salta absolutamente ninguna notificación. Me concentro mucho mejor.
- El móvil no está en la mesa para comer. Al menos en casa. Cuando como fuera es más complejo, la verdad, pero no está de más intentarlo.
- Guardo ratos para disfrutar del móvil. Ratos con un tiempo asignado. Por ejemplo: he comido y me doy media hora para revisar las redes, leer noticias o lo que sea. Estricto. Ni un minuto más.
- Los correos no me saltan en el móvil. Si quiero ver el correo, debo entrar en la aplicación. Por cierto, cuando trabajo, correo fuera, excepto en momentos puntuales y con duración limitada. Na na na, no me contéis historias sobre que lo necesitáis para trabajar y no sé qué. Contestar correos, con unas poquitas excepciones, no es trabajar. Otro día debo hablar de la gestión del correo electrónico.
1 comentario
[…] a hacerlo como debe ser: despacio, paladeando las palabras, regocijándome en las imágenes bellas, intentando no mirar el teléfono ni despistarme con alguna preocupación […]