Después de 18 años en la enseñanza creo, sin ninguna duda, que uno de los mayores retos al que nos enfrentamos padres y madres —educadores en general— es enseñar a nuestros hijos y alumnos a lidiar con la frustración.
Por supuesto, los adultos no estamos exentos de frustraciones diarias. Os pido que hagáis un ejercicio mental sencillo: pensad en el último mes en las situaciones en las que no habéis podido satisfacer vuestras necesidades o deseos —eso es la frustración— o, por definirlo de una forma más gruesa, menos precisa, la cantidad de cosas de toda índole que no han salido como esperabais. ¿Lo habéis pensado? Vale, pues ahora no os echéis a llorar…