Apuntaba en la entrada de la semana pasada que para los que nos dedicamos a la educación uno de nuestros mayores retos es enfrentarnos a la frustración de algunos de nuestros estudiantes.
El escenario en España de la educación y el mercado de trabajo es bastante diferente al que pude vivir yo hace 20 años. En aquel momento, los estudiantes universitarios teníamos en nuestra cabeza terminar los cinco años de carrera y encontrar un trabajo. Después, más pronto o más tarde, venían el resto de responsabilidades adultas, de responsabilidades heavy metal power, quiero decir: casarse-emparejarse, tener hijos, hipoteca… Esto es, por supuesto, una generalización pero, más o menos, dibuja lo que, con todos los matices que queráis, le sucedía a una generación.