Cierra los ojos, pero no apagues las luces… por si acaso te entra miedo: quiero que imagines un zombi. ¿En qué has pensado? Probablemente en una especie de espantapájaros asexuado, que camina dando tumbos, algo patizambo, con los brazos extendidos, dispuesto a devorarte si te pilla en su camino.
Algo así, un ser resucitado de entre los muertos, bastante alelado, es la idea de zombi que comparte nuestro imaginario occidental. Así también lo define el diccionario, que desde el año 1992 recoge esta palabra de origen criollo, utilizada por los haitianos para hablar de su equivalente al «coco».
A esta imagen de los zombis como ¿seres?, ¿cosas? agresivos cuya única motivación —si es que puede decirse así— consiste en comerse a los vivos han contribuido las series de zombis de moda como The Walking Dead o Fear the Walking Dead. Pero, amigas y amigos, de un tiempo a esta parte las series de televisión han renovado el concepto de zombi con nuevos modelos.
Los zombis clásicos son agresivos
Como os decía, el zombi clásico es un ser estúpido y agresivo. No tiene consciencia ni sentimientos. No reconoce a nadie y no responde más que a estímulos primarios (el olor de la sangre, de cuerpos vivos, el ruido intenso…). No molan nada. No se puede hacer nada con ellos excepto matarlos. ¿Pero no estaban muertos ya?
Series que parten de esta premisa: Dead Set, The Walking Dead o Fear the Walking Dead.
Los zombis que vuelven a la vida «casi del todo»
Por ejemplo, la británica In the Flesh se pregunta qué sucedería si el «estado zombi» se pudiera revertir, qué pasaría si, de pronto, esos monstruos comepersonas pudieran volver a «humanizarse» simplemente inyectando una vacuna.
La francesa Les Revenants cuenta la historia de unos cuantos habitantes de un pueblo que, unos años después de haber muerto, aparecen de nuevo, resucitados y desorientados, en sus hogares. Muchas cosas han cambiado, pero no ellos, que no han envejecido. Aquí no hay putrefacción ni zombis que comen humanos.
En Izombie, la actriz Rose McIver «vuelve a la vida» y a ejercer la medicina, igual que antes de su muerte. Eso sí, lo hace como médico forense porque necesita comer cerebro humano para subsistir. Y qué mejor lugar para hacerlo sin causar daño a nadie que en una morgue.
Cosas similares de muertos molones que vuelven a la vida suceden en Santa Clarita Diet o la dramedia preadolescente Zombielars.
Los zombis tienen sentimientos, anhelos… y también contradicciones
En In the Flesh se plantean relaciones afectivas (y sexuales) entre los parcialmente muertos. Por ejemplo, el protagonista, Kieren, trata de vivir una relación homosexual, en una interesantísima vuelta de tuerca a las historias de zombis.
En Les Revenants el conflicto es emocional y muy intenso: los que han vuelto han alterado el orden que se había configurado entre los habitantes de una pequeña localidad que había aceptado –o se había resignado— que sus seres queridos habían muerto.
En Izombie, la doctora no sabe qué siente por su exnovio, que trata de salir adelante con otras relaciones. Más aún, no sabe si siente algo por sí misma o sus emociones tienen que ver con los cerebros que come de las personas que llegan a la morgue.
¿Y qué pasa con los vivos?
En The Walking Dead ya sabemos: hay que sobrevivir a las amenazas de los muertos y, sobre todo, de los vivos, pero también hay que construir un mundo nuevo. Algo diferente sucede en In the Flesh, donde una parte muy importante de la población no acepta que los zombis deban curarse, no se fían de la bondad de los zombis medicados, quieren seguir con sus vidas.
En Santa Clarita Diet son los vivos los que se implican en la supervivencia de la zombi, todo sobre un fino filo de ahora drama y ahora comedia.
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