No soy de este barrio, pero los días de luna llena suelo darme una vuelta por la Plaza del Oeste. Si te colocas frente a la luna, su reflejo en el pavimento consigue que la plaza parezca un mar en calma. Muy de vez en cuando pasa algún coche a deshoras, y miles de peces de colores saltan a las aceras. Dicen que si miras fijamente, en el fondo puedes ver a la sirena de la plaza. Ayer salió de las aguas, hermosa, y me agarró del brazo. «Son 20 euros», me dijo con su pelo de algas.
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Foto: Jeremy Bishop