Un día cualquiera recibes un correo electrónico de un compañero o compañera de trabajo. Es un correo breve, incisivo y poco amable. Tiene un tono de exigencia y de reproche que no te gusta nada. Lo lees una vez y notas que tu rostro se calienta, tu piel se enrojece. No quieres tener una reacción impulsiva.
Lo vuelves a leer, pero esta vez las reacciones físicas (el calor, la mandíbula apretada, las manos sudorosas) vienen acompañadas de imágenes rápidas, como en un videoclip musical. Le pones letra a esas imágenes, procesas lo que estás leyendo y acumulas argumentos que te invitan a responder el correo de tu compañero de manera inmediata y contundente.