No, tranquilidad, afortunadamente —cruzo los dedos— no estoy necesitado de rebuscar en los contenedores. Tampoco sufro ninguna suerte de Diógenes que me fuerce a acumular cosas, a recopilar basura consumista que arrumbar en cualquier lado. Lo que me pasa, lo que me sucede, es que estos días alguien me ha abierto los ojos sobre lo que las personas podemos llegar a tirar en un contenedor.
Un conocido me explicó que lleva tiempo escudriñando en los contenedores del Senado. Sí, lo que oís. Tiene un negocio cercano y sufre el ruido y las molestias de la basura junto a su taller. En una ocasión se topó con cientos de ejemplares editados por el Senado de no sé qué libro —no eran los Presupuestos, pero no recuerdo el título— que, uno que es mal pensado, me juego una oreja que estaba pagado con vuestros impuestos y los míos.