De un tiempo a esta parte miro las etiquetas de los alimentos. No lo es todavía, pero empieza a convertirse en una obsesión. Como dice la desafortunada rima del título de este post (lo siento), comienzo a tener «obsesión por la nutrición».
¡Ojo!, que creo que mis hábitos alimenticios no son malos del todo, lo que sucede es que ahora estoy más informado (a veces «sobreinformado», glups) sobre cómo son y qué llevan los alimentos que consumo. La primera conclusión que saco de todo lo que voy aprendiendo (venga, llamadme conspiro-paranoico) es que nos engañan o, cuando menos, que la industria alimentaria nos toma el pelo.