Cuando tenía 7 u 8 años diseñé, puse en marcha y dirigí en mi colegio un servicio de objetos perdidos. La idea era sencilla y, en su momento, en los primeros cursos de Primaria, me pareció genial: consistía en peinar todos los patios de mi colegio —que era enorme— y recoger todo lo que encontrásemos extraviado. Luego, en un horario de atención al público algo limitado, devolveríamos a sus dueños, previa firma, lo que habían perdido.
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