Necesito ideas locas. Imposibles, complejas, imprudentes, desesperadas, nerviosas —inestables, incluso—, apasionadas; ideas que nadie en su sano juicio convertiría nunca en historia. Ideas de esas que parece que no van a ningún lado pero, mira tú, al final sí que van a un sitio, aunque hayan tenido que recorrer miles de kilómetros imaginarios y transformarse en una cosa diferente a lo que empezaron siendo.
No sé si me explico.