El 9 de noviembre de 2013 presenté en La Mercería Café de Sevilla, una cafetería con eventos culturales tristemente desaparecida, mi libro de relatos Hoy no puedo. El año 2013 fue un año de emociones para mí: en febrero comencé a trabajar en mi actual universidad, la Universidad Loyola Andalucía; en abril terminé el último relato de «Hoy no puedo» (Acuda a su caja); en junio Mariano Zurdo, editor de Talentura, me llamó para decirme que adelante, que publicaba el libro; y en noviembre lo presenté en Sevilla, y luego en Salamanca y en Madrid.
Durante el verano de 2013 mantuve cientos de conversaciones con mi querida Laura Ochoa (Lorademode), que tuvo la generosidad de diseñar la portada del libro, en la que aparece una Irma exacta a como yo me la imaginaba en el relato que da título al volumen de cuentos, una Irma aparentemente frívola, confiada y vital.
Después llegaron los montones de mensajes de personas que me habían leído y me transmitían su opinión sobre el libro y también sobre cada uno de los siete relatos que lo conforman. Cuando alguien da su opinión sobre tu trabajo —aunque nadie lo vea así, aunque nadie entienda que escribir es un oficio, por peculiar que nos parezca— sientes una mezcla de emoción y nervios por sentirte juzgado que a veces no es fácil de manejar, especialmente cuando algunas veces lo que te dicen se aleja de lo que tú, en teoría, has pretendido. Personalmente he tenido la inmensa fortuna de, en general, sentirme querido y valorado, aunque supongo que siempre son más sencillas las palabras de elogio que las de censura.
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¿Qué ha pasado después de «Hoy no puedo»?
Cinco años más tarde me han sucedido cosas —todas buenas— en mi trabajo como profesor en Loyola y también en mi faceta de escritor. He leído mucho a otros escritores y escritoras contemporáneos a los que admiro y de los que aprendo (Marcelo Luján, Rosa Valle, Carlos Frontera, Fernando Iwasaki, Sara Mesa… por citar solo a algunos). Su ejemplo me ha servido para probar nuevas cosas en mi propia literatura, además de hacerme consciente de todo lo que debo seguir entrenando y aprendiendo.
Cuando alguien da su opinión sobre tu trabajo, sientes una mezcla de emoción y nervios por sentirte juzgado Clic para tuitearTras más de dos años en el dique seco, me animé con una novela que ya está terminada, «El robo del Transcantábrico». En el blog he escrito algo sobre cómo iban cogiendo forma algunos de sus personajes y sus tramas, incluso cuando luego en el manuscrito final esos mismos personajes han tomado otro cariz. Actualmente la novela está concursando en un certamen literario que, espero, se fallará en Navidad, y mientras está ahí no puedo hacer ningún movimiento para publicarla.
Este es otro tema, la publicación. Es complejo publicar en este país y con frecuencia es también un largo camino que, con suerte, termina con el libro editado. Le he dado muchas vueltas a qué opción es la mejor, si enviar el texto a varias editoriales y esperar un milagro, apostar por una editorial modesta o por una con un sistema mixto de financiación e, incluso, ha revoloteado sobre mi cabeza la posibilidad de la autopublicación. Sobre todas estas opciones os hablé en su día en el blog.
También he escrito algún que otro relato —estoy especialmente orgulloso de uno que se titula «Bala extra»— y tengo en la cabeza haber escrito seis o siete más o menos para la primavera de 2019 con la idea, quién sabe, de un nuevo volumen de cuentos. Además, ya lo sabéis quienes me seguís, todos los sábados publico una entrada en este blog y trato de alimentar mis redes sociales: Twitter, Facebook e Instagram.
Cinco años después de publicarse «Hoy no puedo» siento la misma emoción y gratitud que aquel noviembre de 2013. Espero contaros lo mismo dentro de cinco años. Feliz lectura.
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