Me atrae Japón. Me gusta Japón. Lo japonés. Su estética, su atmósfera, algunos —otros nada— de sus valores como sociedad. Es difícil de explicar.
No digo esto desde el esnobismo del blanquito occidental, es más bien una curiosidad desde la ignorancia —no soy un experto en absoluto en cultura nipona— , una atracción, unas ganas de conocer más.
Tanto es así que me he propuesto ahorrar para hacer un viaje toda la familia a Japón. No es barato, así que desde ya mismo os comunico que he añadido una nueva partida en mi presupuesto de YNAB para ir ahorrando todos los meses en los próximos años. Si nunca os he hablado de YNAB (You Need a Budget) en el blog, tengo que hacerlo. Os va a explotar la cabeza, lo prometo.
Tanto me atrae Japón que creo que le dedicaré al menos un par de entradas. Y para empezar, vamos con lo —aparentemente— fácil: la gastronomía japonesa.
La gastronomía de Japón
No soy muy original. Me imagino que el primer acercamiento de casi todo el mundo a lo japonés pasa por su comida. Y cuando digo «su comida» estoy incluyendo todo lo que implica comer para un japonés: el ritual, la estética. ¿Qué me decís de la ceremonia del té, por ejemplo?
En este sentido merece mucho la pena una curiosísima serie japonesa (está en Netflix) que se llama «La cantina a medianoche: Historias de Tokio». En esta serie, los clientes de un restaurante japonés muy modesto que no cierra a media noche cuentan sus historias y desventuras unidos por su pasión por el mismo plato.

Los títulos de cada capítulo explicitan el plato que, sin tener necesariamente el protagonismo de la trama, está en el argumento. Para que os hagáis una idea, estos son los platos-capítulos de la primera temporada: Sopa de fideos con verduras, Perrito de maíz, Cerdo a la plancha, Tortilla con arroz, Tofu de huevo, Umeboshi y vino de ciruela, Estofado para uno, Ñame frito, Chuleta de cerdo empanada, Tallarines de Nochevieja, otra vez.
No todos los capítulos tienen la misma calidad ni el mismo interés, pero resulta curiosa la estructura narrativa. También es sugestiva la parsimonia y delicadeza —casi reverencial— con la que se cocina cada uno de los platos por parte del maestro-cocinero-propietario en su minúscula cocina y cómo después los sirve en su no menos minúsculo restaurante a clientes que son casi una familia.
No menos sorprendentes son algunas de las tradiciones japonesas, incluido un machismo casi decimonónico por el que se acepta socialmente que una mujer que no se ha casado es una mujer que no se ha completado.
¡La semana que viene, más Japón! ¡Si te apetece, deja un comentario! ¡Y si quieres recibir las actualizaciones del blog, SUSCRÍBETE!