Mi hijo pequeño quería una Alexa. Ya sabéis, un dispositivo de esos que se controlan por voz al que le pides cosas. Mi hijo —Jorge— está obsesionado con la música, así que en un uso inesperado de estos cacharros, que están pensados para quedarse enchufados en un sitio, él traslada el dispositivo de un lugar a otro de la casa para pedirle canciones.
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