Desde que hace quince días adelantamos nuestros relojes una hora para adaptarnos al horario de verano, estoy obsesionado con el sueño, con el descanso, con cómo dormimos.
Supongo que esta reciente obsesión mía ha estado alimentada por la cantidad de noticias acerca de esa hora que perdimos hace un par de semanas. Los medios de comunicación nos han abrumado (aburrido, incluso) con informaciones contradictorias que hablaban de las fatídicas consecuencias para nuestro descanso de perder una hora y también con otras que sin embargo decían que esto de la hora era una tontería, una chorrada, una leyenda urbana.