El proceso era más complejo de lo que ahora se pueda imaginar: comprar la cinta, hacer la selección musical, grabar sin contratiempos, diseñar la carátula, añadir los extra.
A quienes no fuerais adolescentes a finales de los 80 quizá os parezca algo sencillo y con poco glamour, pero es que no tenéis ni idea de lo que era intentar enamorar a alguien con una cinta de casete.