Apagar fuegos es muy español. Parece que si en el trabajo no lidias con algo inesperado y urgente una vez a la semana es que no estás trabajando. Y da gustirrinín. Lo entiendo. Pero es muy poco eficiente.
¡He visto tantas veces valorar el arrojo y la entrega sin medida —sin cerebro— más que la efectividad! ¡He visto tantas veces cómo algunos se van más satisfechos a casa después de haber sudado la gota gorda para resolver algo!
Lo que esa verdad esconde es que muchos de esos fuegos son consecuencia de una mala gestión previa, de no haber hecho pequeñas tareas secundarias —qué lástima, qué importantes son y qué poco se las valora— o de, atención, lectores y lectoras, no tener la costumbre de pensar en el trabajo propio.
A ver cómo explico esto.
La metodología GTD habla de la existencia de tres tipos de trabajo: el trabajo según surge (incluye los incendios), el trabajo predefinido y el trabajo de definir nuestro trabajo. Parece un trabalenguas, pero es sencillo. Ya veréis.
Fuegos: el trabajo según surge
Este es el trabajo que vamos resolviendo en el momento en que aparece.
Un ejemplo típico es ir contestando a los últimos correos que han entrado, aunque se vayan acumulando en carpetas unos cuantos que no me dio tiempo a responder. O, por ejemplo, llegar al puesto de trabajo (el que sea) y ocuparse de lo inmediato, de lo nuevo, dejando atrás otras tareas. A veces, lo inmediato son fuegos y, lo sé, uno se queda muy a gusto cuando los apaga. ¿Pero es lo ideal?
Trabajar de esta forma tiene muchos riesgos. El primero es una eterna e inefable sensación de angustia, porque siempre tenemos la impresión de que el día a día nos come y no hemos resuelto muchos asuntos que vamos olvidando; o que esas urgencias no nos dan tregua para pararnos a pensar; o que no hay tiempo para poner en marcha iniciativas que nos ilusionan.
¿Cuántas de nuestras tareas son urgentes de verdad? ¿Por qué hay que ponerse con lo último de lo último?
El trabajo predefinido
La respuesta a mi pregunta anterior se encuentra aquí. Lo ideal es tener claramente predefinido la mayor cantidad posible de trabajo, reducir las prisas y las urgencias a la mínima expresión.
El trabajo predefinido implica en primer lugar tener claramente identificado en qué consiste todo nuestro trabajo.
No, no te rías, que la peña no lo sabe. Haz la prueba. Ponte a escribir con detalle cuál es tu catálogo de tareas. Alucinarías.
En segundo lugar, tener bien predefinido el trabajo implica haber pensado sobre él, haberlo procesado, saber qué hay que hacer y cómo. Si utilizas GTD, ya sabes que “procesar” significa anotarlo todo, aclarar las bandejas de entrada, organizar y evaluar.
Cuando esto ocurre, es más sencillo priorizar y evitar atascos.
Productividad genera más productividad, del mismo modo que improductividad genera más improductividad Clic para tuitearEl trabajo de definir el trabajo
A estas alturas de artículo ya tendrás claro a qué me refiero: hay que pensar sobre el propio trabajo.
Trabajar no consiste (solo) en hacer. Las tareas llegan muchas veces en bruto y hemos de pensar en ellas, descomponerlas, tomar decisiones sobre delegarlas, si llega el caso…
En definitiva, hay que romper el círculo vicioso de trabajar con lo que surge. Como dice José Miguel Bolívar: «Productividad genera más productividad, del mismo modo que improductividad genera más improductividad».
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1 comentario
Lo probé en su día, el GTD. No llegué a implementarlo plenamente, pero sí lo combino con otras «frikadas», como el Bullet Journal. ¡Buenísima reflexión!