
Él se mueve a su lado. Un fuerte dolor de cabeza impide a Wendy abrir los ojos. “No debí fumar eso”, piensa. Tiene el cuerpo magullado de placer. Aunque no soporta a ese crío inmaduro, reconoce que en la cama es bueno. En su nerviosismo, Peter le propina una patada, pero él no parece haberse percatado. Wendy quiere volver al sueño que tenía, ése en el que volaba surcando los mares de la mano de Peter, luchando contra fieros piratas. Una suave brisa mece su pelo, y a lo lejos oye como un eco: “Sombra, sombra”. Cuando está a punto de sucumbir al sopor, una voz atiplada le devuelve de golpe a la cama: “Aquí tienes tu puta sombra”, escucha entre los vapores del sueño.
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