Hoy no me apetece meterme en esa eterna discusión que supone comparar una obra literaria con su adaptación cinematográfica. Personalmente creo que son “textos distintos” (sí, las pelis son también textos) y no tengo ninguna necesidad de que ambos productos sean copias exactas el uno del otro. En realidad esta es la postura “intelectual“, un poco gafapasta, lo reconozco, porque en algún lugar remoto de mi conciencia vive un lector enfurruñado que no se imaginó así a un personaje literario o que, de ninguna manera, supuso que la escena de un libro se desarrollara como la imaginó el director de una película.
La primera vez que sentí que una película estaba “traicionando” al libro en el que se basaba fue cuando estrenaron Momo. ¿Os acordáis de Momo? ¿No habéis leído el libro de Michael Ende? ¡Pues hacedlo ya! Para empezar, la actriz no se parecía en absoluto a la Momo que devolvía el tiempo a los hombres y que mi imaginación había construido mientras leía. Y desde luego, ni de coña podía pensar que los hombres grises (qué miedo daban los tíos) eran ni parecidos a los de la película (en mi cabeza eran algo así como sombras).
Los lectores y las lectoras de Juego de Tronos quizá hayan sentido también una punzada en su interior al ver al actor que encarna a Jon Nieve (Kit Harington): fornido, moreno, más cerca de los treinta que de los veinte. Más que nada porque en los libros Jon Nieve es alto, rubio, más bien flaco, y apenas acaba de cumplir catorce años cuando comienza la historia de George R.R. Martin.
Las obras que no han tenido adaptación cinematográfica (y que probablemente jamás la tendrán, a no ser, Rodrigo Cortés, que quieras leer un buen libro de relatos titulado Hoy no puedo) juegan con una ventaja: son sus lectores y lectoras los que le ponen cara a los personajes. También los que escribimos imaginamos cómo queremos que sean nuestras criaturas: la mujer sin miedo de El miedo no existe; Carla, la monitora de natación de El robo de la piscina; el doctor Gacitúa que practica la hipnosis; o Marta, con sus dientes pequeños, enfilados, como los pájaros sobre un cable eléctrico tras una tormenta de verano.
¡Eh! ¡Si te apetece, deja un comentario! ¿Le pones caras a los personajes cuando lees? ¡Y si quieres recibir las actualizaciones del blog, suscríbete!
3 comentarios
Yo cuando leo y escribo pongo caras de gente de mi entorno e incluso de actores.
Rodrigo, molaría una peli de Hoy no puedo.
Y tanto que molaría… 🙂
[…] Pongo caras a los personajes. Aunque lo que esté escribiendo sea un relato corto, suelo bucear en internet buscando la cara que creo que tienen mis personajes. […]