Que levante la mano quien haya hecho el Camino de Santiago: completo, por tramos, el camino inglés, el francés, el portugués…
Si pudiera mantener una conversación con vosotros, si pudiera intercambiar unas palabras, me gustaría saber cuál fue la motivación que os impulsó en su día a calzaros una botas de peregrino y poner rumbo a Santiago —me lo podéis contar en los comentarios—.
Quizá, es probable, que os unierais a alguien que ya lo había hecho alguna vez, que tenía experiencia y conocía las claves del Camino y, así, os dejasteis guiar, dispuestas y dispuestos a absorber lo que pasara, a disfrutar de la experiencia. Otras personas, probablemente, os lo habréis planteado como un reto personal, una promesa, un hito deportivo incluso. En otros casos, el ponerse en camino partía, supongo yo, de una motivación personal, espiritual o religiosa.
Yo he tardado mucho tiempo en animarme a colgar una mochila a la espalda. No por nada en particular —estoy más o menos en forma, así que el esfuerzo físico no suponía un problema—, simplemente porque no se daban las circunstancias, porque no era el momento vital oportuno, porque, qué se yo por qué, esa pequeña dosis de escepticismo que tan estupenda es para mantenerme alerta a veces me paraliza o, al menos, me frena.
Cuando ni siquiera me lo planteaba, surgió. Y me dejé llevar sin pensar nada, sin esperar nada. Las condiciones para realizarlo eran especiales y estimulantes, aunque no pudiéramos llegar a Santiago —eso queda pendiente—, pero la experiencia me pareció… ¿qué palabra puedo emplear que concentre toda una semana de camino? Vivificante. Sí, eso. Vivificante.
La experiencia del Camino de Santiago me pareció... vivificante, esa es la palabra Clic para tuitearY aquí aprovecho para volver a preguntaros. Primero he querido saber cuál era vuestra motivación; ahora lo que quiero conocer es cómo valoráis vuestra experiencia en el Camino de Santiago. Necesito que vosotras y vosotros también le pongáis palabras a vuestros pasos.
Y que las dejéis aquí para todos.
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6 comentarios
No lo he hecho nunca y me encantaría…
Cuando suceda, prometo contarte mi experiencia.
Ahí te espero
Yo tampoco lo he hecho nunca y tengo ganas de hacerlo, el de santiago o el ignaciano!
Lo hicimos 6 compañeros desde Pamplona, allá por el lejano año de 1993. Era verano, y lo que para muchos comenzó como una terquedad casi deportiva fue tomando otra forma, poco a poco. Le dábamos mucha importancia a cada conversación, íbamos predispuestos: como si cada diálogo nos revelara mundos distintos.
Hoy, con el corazón mucho más encallecido, lo recuerdo como aquel tiempo “en que cantaba dios bajo mi frente”. Desde aquí, ya que no puedo hacer otra cosa, envío un recuerdo emocionado a algunos personajes entrañables: al jesuita belga, larguirucho y bienhechor, que se paraba a rezar en cada cementerio; a Pablito, vecino de Azqueta, que nos regaló las varas de avellano; al espíritu del perro Calixto, de San Juan de Ortega, que nos siguió hasta Burgos; al sacerdote centenario de León, que nos encaminó hacia el albergue-hospital, un día residencia de huérfanos de ferroviarios,…
Hay un adjetivo por encima de los demás que describe mi primer Camino de Santiago: sanador. Luego ha habido otros, de Santiago e Ignaciano, pero ninguno me ha marcado como aquel. A la vuelta escribí mi experiencia y presenté mi historia a un concurso. Hoy la he vuelto a leer…