Ya son tres las veces esta semana en las que escucho a alguien decir que se ha acostumbrado a esta situación de confinamiento. No son pocos los que, seguramente con buena intención, con la idea de no hacer demasiado drama, dicen que para ellos ya es normal, que no es para tanto, que no echan tanto de menos lo anterior e, incluso, hay quien, pudiendo salir un rato cumpliendo las directrices del Gobierno, no lo hace.
Pues yo me niego. Me niego a acostumbrarme. No quiero acostumbrarme.
Una cosa es que llevemos de la mejor forma posible esta situación, que nos sintamos, incluso, afortunados si no hemos sufrido en nuestra familia ningún caso grave de contagio, y otra es caer en una especia de letargo tontorrón, de aceptar todo esto como quien respira.
Que no, que me niego. Por eso trato de pensar en el después, de prepararme —física y mentalmente— para volver.
Hoy he vuelto a correr
Pues con esa preparación para el final de todo esto en la cabeza, esta mañana —sábado, 2 de mayo— he salido a correr. Era el primer día que se permitía, en horario de 6 a 10 y de 20 a 23. Estaba tan nervioso que me he despertado a las 6.
Me he sentido bastante bien dadas las circunstancias, aunque después de 48 días sin correr se nota un poco. He grabado un vídeo que demuestra lo que cuesta empezar:
Hemos superado la fase «a tomar por…»
Perdonad. La expresión no es mía. La teoría se la he oído a Víctor Correal.
Él dice que en los principios de todo esto la gente adoptó la estrategia de «a tomar por culo con todo» (sic). ¿El mundo se acaba y no me voy a tomar otra onza de chocolate? ¡A tomar por culo! ¿Vivimos esta horrible pandemia y no me voy a beber la botella de vino? ¡A tomar por culo! ¿Vamos a morir todos y no me voy a comprar esto en Amazon que tanto me mola? ¡A tomar por culo!
Pues mi estrategia ha sido la contraria. Nada de quemar las naves, nada de hundir la flota, nada de abandonarme, que no deja de ser, pensadlo, una forma retorcida de acostumbrarse. No. He tratado de adaptarme, eso sí, pero siempre con la mirada puesta en el final, en el futuro, en la salida.
Porque no quiero acostumbrarme.
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7 comentarios
Dear Plaza:
Está de lujo que no quieras acostumbrarte, pero creo que también está de lujo quién se haya acostumbrado a esta situación… Anota la cuarta persona (yo) como acostumbrada a esta situación, valga la redundancia.
Un abrazo
Raquel
Querida Raquel:
Tan de lujo está que los que se han acostumbrado se han expresado libremente (tú eres la cuarta). Y yo, que no me he acostumbrado (ni quiero), también lo hago (expresarme, digo).
Un abrazo
Querido Juan, yo creo que no quererse acostumbrar es salud. En psicología clínica ya está descrito como síndrome ese miedo a salir de nuestra área de confort, sobre todo si tenemos cerca a los que más queremos. Me ha hecho gracia que te despertaras más temprano porque a mi lme pasó o contrario.
Un abrazo
Ana Peñalver
Un abrazo, Ana!!
En muchas mpresas que, más o menos, han seguido trabajando no todos los trabajadores se “han comido el marrón de ir a trabajar”
Sin contar los vulnerables, sólo algunas actividades de la empresa han continuado y se han producido desequilibrios injustos entre unos y otros. Volver es difícil porque también habrá reproches…
Yo lo llevo bien, me entretengo y no hago dramas, pero ahora qje estoy yendo a trabajar cada día echo de menos el movimiento, la gente, la alegría. Ayer salí por la tarde y casi lloro de ver tanta vida.
Esta situación no es normal, ni cómoda, llevarla lo mejor que se puede está bien, pensar que es lo normal, no.
Y por no hablar de las ganas que tengo de estrujar y achuchar. ¿Cuándo toca eso?
♂️