Desde que hace quince días adelantamos nuestros relojes una hora para adaptarnos al horario de verano, estoy obsesionado con el sueño, con el descanso, con cómo dormimos.
Supongo que esta reciente obsesión mía ha estado alimentada por la cantidad de noticias acerca de esa hora que perdimos hace un par de semanas. Los medios de comunicación nos han abrumado (aburrido, incluso) con informaciones contradictorias que hablaban de las fatídicas consecuencias para nuestro descanso de perder una hora y también con otras que sin embargo decían que esto de la hora era una tontería, una chorrada, una leyenda urbana.
No tengo ni idea de cuál será la verdad, pero lo cierto es que yo llevo unos días que no levanto cabeza. Me despierto a las 5 de la mañana y no vuelvo a dormirme, y cualquier ruido nocturno (la lluvia, el viento, ayer fue un maldito pájaro… ¿es que hay pájaros despiertos a esa hora?) me desvela sin remedio.
Y no, no os atreváis a decir que es que me hago viejo.
Dime cómo duermes y te diré quién eres (y si tienes sueño)
El caso es que como últimamente me sobran horas nocturnas para pensar, se me ha ocurrido hacer una clasificación de personas en función de cómo duermen, o mejor dicho, de cómo es su sueño. Ni que decir tiene que es absolutamente acientífica. Lo que sí os puedo asegurar es que conozco, al menos, a un individuo que podría encajar en alguna de estas categorías.
- Los que tiene pesadillas terribles. Puede parecer que es algo de niños, pero os prometo que conozco a gente que su noche es un penar. Van de una pesadilla a otra, a cada cual más truculenta, y se levantan de la cama sudorosos y acobardados. Su sueño es un sufrimiento, vamos. Por cierto, yo ya os conté en su día que suelo tener un par de sueños recurrentes.
- Los que se levantan con una sonrisa y un “puñao” de energía. Suena el despertador y saltan de la cama como si alguien les hubiera presionado el botón de on. Dependiendo del grado, pueden ser personas maravillosas o un pelín intensas. Su némesis es ser la pareja de aquellos a quienes no puedes hablar hasta una hora después de levantarse, si no quieren que su vida corra peligro.
- Los que no soportan los ruidos. Entre los que me encuentro. No nos pidas que conciliemos el sueño si hay un reloj dentro de la habitación. No hay tictac soportable ni grillo que no queramos matar. Eso es así.
- Los que pueden aguantar una bomba atómica. Opuestos a los anteriores. Da igual que suene el despertador, que la banda municipal toque Paquito, el chocolatero en su habitación o que caigan cien bombas nucleares en el patio de vecinos: no se despiertan con nada.
- Los noctámbulos. De estos conozco unos cuantos, hombres y mujeres. Empiezan a vivir a partir de las 12 de la noche. No tienen que ser necesariamente personas juerguistas, simplemente es que su cerebro se despierta cuando duerme el de la mayoría. He entrevistado en el blog a uno de estos.
- Los de dormir poquito. Estas personas me impresionan, lo reconozco. Son la pera limonera. Dales 3 o 4 horas de sueño y se levantan frescos como una lechuga. Al carajo la necesidad de dormir 8 horas.
- Los de dormir mucho. De estos también conozco unos cuantos y los envidio, creedme. Se han metido entre pecho y espalda 8 o 9 horas de sueño y aun así les parece poco. Son perfectamente capaces de caer groguis a la hora de la siesta y enganchar 3 horas más. «Es que somos de metabolismo lento», me dicen. Ya.
- A los que les pasan cosas raras. Este apartado es interminable, empezando porque es un poco difícil de definir qué es exactamente algo «raro». Algunos ejemplos: conozco un par de personas que, cuando despiertan, se les queda paralizado el cuerpo, pero su cerebro está activo (se llama parálisis del sueño). Otro caso es el de una pequeña parte de la población que cuando se despierta tarda un rato en saber quién es, dónde está y quiénes son las personas que están a su alrededor.
- Y por último, están (estamos) los de las manías. Los que solo pueden dormir en su cama, los que duermen sin almohada, los que necesitan la radio para conciliar el sueño, los que solo saben dormir al lado izquierdo, los que tienen que meterse el pijama por dentro del pantalón, los que bajan del todo la persiana para que no entre una gota de luz…
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3 comentarios
Y luego estamos los que no tenemos ninguna rutina nocturna normal ni sana… por error y omisión. Son las 6 y aún no he dormido. Mañana descanso en el trabajo, pero desde luego no será divertido levantarse a las 2 de la tarde, si consigo dormirme, claro. Cuando no lo consigo, toca hacer de espartano y aguantar hasta que sea una hora ‘normal’ como las 21:00/22:00 para intentar dormir y recuperar una vida normal. Eso, o dejo mi vida en manos del Señor y me olvido del despertador y que sea lo que él quiera.
A parte de haber sido un poco ludópata (malditos-benditos videojuegos) he trabajado por la noche una gran parte de mi vida; tenía compañeros que se iban a dormir a las 8 se levantaban a las 12 y hacían vida normal… si me preguntas yo diría que son superhéroes.
Conclusión: para algunas personas el descanso nocturno es la pesadilla en si.
Yo soy de las que duerme y, lo que es peor, necesita dormir mucho. Y créeme, vivir cansado es una tortura. La capacidad de concentración es nula, la lucha contra la somnolencia es constante. Sí, puedes dormir 3 horas de siesta y luego 9 por la noche, pero la sensación de perder el tiempo está siempre ahí. Sólo la cafeína impulsa una falsa ilusión que se diluye en menos de una hora. Total, que para estar dispuesto hay que estar activo físicamente, y así, amigo, no se puede hacer ni un blog. He dicho
Yo tengo un poco de todo: me levanto siempre con un “puñao” de energía, me mantengo fresca con 5 o 6 horas de sueño los días de diario, pero ay, amigo, como tenga que poner el despertador un sábado o un domingo. ¡Me pongo de una mala leche que no hay quien me aguante! En vacaciones y los fines de semana necesito 8 horas seguidas de sueño, aunque no puedo estar en la cama más allá de las 9. Y también tengo mis manías, lo reconozco: duermo sin almohada, en y hacia el lado izquierdo de la cama y necesito que la habitación esté a oscuras. Lo dicho: un poco de todo.