No, no quiero decir que ahora mismo, en este momento, no esté inspirado. No es eso. Es que hoy quiero hablaros de eso que llamamos “inspiración” y de cómo lo he vivido yo en este proceso largo de escribir un libro de relatos.
Supongo que cualquier persona que se dispone a crear (a escribir, a pintar, a componer…) espera que algo “fluya”, que de pronto, como por arte de magia, las ideas que no acaban de estar del todo definidas en tu cabeza se materialicen en algo cuajado, hecho, rematado. Por si no lo sabíais: eso no existe (casi nunca). Claro que he tenido la experiencia de tener un día bueno, de esos en los que parece que tu mente está más despejada de lo normal y que todo lo que sale de ella se engarza perfectamente con un hilo invisible. Pero no es lo habitual. Lo normal es pasar varias horas dándole vueltas a una idea, empezar a escribir y borrar en el ordenador tantas veces que, si en vez de en una pantalla estuviésemos escribiendo en papel, habrían talado varios árboles por nuestra culpa.
No soy una persona supersticiosa. No tengo amuletos, ni rutinas, ni manías a la hora de escribir. Escribo indistintamente por la mañana o por la tarde (casi nunca por la noche). Lo que sí necesito es silencio. No puedo escribir con música. Alguna vez he escrito en un bar, pero con dificultad.
Hay días que pienso: «Guau, qué bien ha salido todo, qué inspirado estaba», y cuando reviso el texto veo que apenas ha sido medio folio, pero muy aprovechado. Otros días, en cambio, directamente me quiero morir. Estoy atascado, obtuso, dudo por dónde tirar, hasta dónde revelar la trama, cómo desarrollar un personaje… Horas y horas dándole vueltas para… ¿nada? En realidad —ahora lo sé— nunca es “para nada”. Los atascos son necesarios, imprescindibles. Detrás de ellos está el premio. Lo que sí he entendido es que escribir es una gimnasia. Hay que hacerlo cada día. Las etapas productivas de mi vida han sido, precisamente, cuando más constancia he tenido escribiendo (y, sobre todo, tachando y borrando). Por cierto: ¿a dónde irán todas esas ideas muertas? Creo que eso da para otra entrada en este blog.
Foto: Steve Huntington
2 comentarios
No nos conocemos desde hace mucho, pero sí que a raíz de una asignatura que seguramente le suene de algo me veo cada semana con unas cuantas propuestas de textos en los que la mayoría de la veces no sé ni como empezar.
Poco a poco he ido viendo como cada vez que me sentaba, con el folio en blanco delante, me quedaba bloqueado para partir sin la idea de sobre qué escribir, pasando un largo tiempo para acabar dejando el ordenador a un lado y haciendo otras tareas.
He descubierto en cambio cómo teniendo en mi cabeza la idea de que ahora me tocaba en esta etapa escribir relatos continuamente cuando estoy divirtiéndome con mis amigos, cenando fuera con una conversación distendida con amigos de mis padres o incluso viendo la televisión se me ocurren grandes ideas, independientemente de cómo finalmente las lleve a cabo jajaja.
La creatividad, creo desde mi aún inexplorada opinión, que surge en su mayor esplendor cuando somos libres de pensamientos que nos atan a realizar un texto.
Un saludo.
Pues eso es buena señal 😉