Una mudanza es un horror: eso ya lo sabéis. Implica una barbaridad de esfuerzo físico concentrado en unos días; un hacer y deshacer cajas; un apilar objetos útiles e inútiles; un arrumbar trastos, basura…
Lo más evidente es sabido por todo el mundo: se aprovecha la mudanza para tirar lo que nos sobra, lo que hemos acumulado a lo largo de los años —Diógenes en potencia—, todo eso que un día guardamos por si las moscas o, quizá, para sentirnos cerca de quien nos lo regaló o (vete tú a saber) aquello que metimos en un armario pensando en utilizarlo en algún momento.
Cuando empaquetamos nuestras cosas no nos llevamos solo nuestras pertenencias. Tras una mudanza hay un componente emocional: recuerdos, personas, acontecimientos que has vivido en el tiempo que has pasado en la que ha sido tu casa (tu hogar). Pero eso… eso también lo sabéis.
Lo que no solemos pensar es que una mudanza, también, es una ventaja inesperada, una oportunidad. Una mudanza es una ocasión excelente para reforzar lazos con los tuyos, para repensar hábitos, para plantearte muy en serio, con la piel en carne viva, esos propósitos vitales que se suelen proponer alegremente en Año Nuevo.
Lo que no solemos pensar es que una mudanza, también, es una ventaja inesperada, una oportunidad. Clic para tuitearCuando pasan algunas semanas y empiezas a acostumbrarte a los espacios, los rincones; cuando un día te das cuenta de que piensas tu nueva casa como tu nuevo hogar; cuando en tu cuarto, en el salón y en la cocina se instala la ingravidez, es ahí donde miras al futuro —siempre construir, nunca destruir— y te das cuenta de que la mudanza fue, sin duda, una gran oportunidad.
¡Eh! ¡Si te apetece, deja un comentario! ¡Y si quieres recibir las actualizaciones del blog, suscríbete! Foto: Jason Briscoe / Unsplash
2 comentarios
You are soooooo right, my friend! All the best in this new stage of your lives!
[…] os contaba hace unos días, yo me acabo de mudar. Vivo en un barrio que está a las afueras de Sevilla. A las afueras, a las afueras. Vamos, que las […]