Hace un tiempo os contaba que soy un escritor entregado a las evaluaciones de mis experiencias turísticas en hoteles y, sobre todo, en restaurantes. Suelo fiarme de lo que dicen los demás acerca de un lugar para comer o para dormir (especialmente si la coincidencia es abrumadora) y por eso me gusta a mí también expresar mi opinión, más o menos ecuánime, de las experiencias que tengo.
Siento decepcionaros: no he tenido experiencias dramáticas en ningún lugar.
Por supuesto, he sufrido como cualquier hijo de vecino los inconvenientes de los retrasos en servir la comida (en alguna ocasión he esperado más de una hora por un plato) y también alguna que otra molestia menor como un error en una cuenta, un cubierto sucio o una comida que no acababa de estar «apetecible» del todo. Nada más. En hoteles sí he soportado el ruido desesperante de algún aparato de refrigeración o de un vecino más «alterado» (iba a decir excitado, pero me he cortado) de lo normal.
Más allá de lo que os acabo de contar, no puedo referir ninguna vivencia Chicote, del tipo «el pescado está podrido», «la carne sabe a detritus» o «me he encontrado cucarachas en la almohada». Se me ha ocurrido seleccionar tres situaciones comprometidas y espero (LAS ESPERO, lo digo con voz profunda y mirando a vuestros ojos fijamente) las vuestras en los comentarios de esta entrada.
Mis tres peores experiencias en restaurantes y hoteles
- En el top 1 de mis experiencias fuertes está, quizá os sonará ese día de algo, el 11 de septiembre de 2001 😉😉😉. Esta sí es heavy metal power y, ya os lo anuncio, pide a gritos una próxima entrada en el blog. Os pongo un cebo: en esa fecha yo estaba en Ecuador y volvía a España el 17 de septiembre vía Miami con American Airlines; sí, era la misma compañía a la que pertenecían los aviones que atentaron contra las Torres Gemelas en Nueva York. Después de varios días de espacio aéreo norteamericano cerrado, os podéis imaginar que fue fuertecilla la cosa. Otro día amplío. Ahí lo dejo.
- En hoteles he tenido solo dos experiencias desagradables. Una de ellas fue en Castellón, también en un mes de septiembre. Hacía calor, ese calor húmedo-pegajoso-mortal del Levante español. Me metí en la cama y, en contra de mi religión, dejé puesto el aire acondicionado. A las tres de la mañana me levanté envuelto en sudor porque el aire se había estropeado en algún momento y la habitación estaba en 27 grados. La segunda fue en Sevilla, en un hostal céntrico bastante básico que me cobró 81 euros por una noche de no dormir. Yo reservé la habitación con tiempo a través de Booking y el día que llegué no era capaz de encontrar el hostal: había cambiado de nombre y de dueños; estaba en obras y, de pronto, la habitación costaba 30 euros menos pero, ojo, sin efectos retroactivos. A las 8 de la mañana de un domingo estaban los operarios trabajando, el hotel estaba completamente cubierto de una no tan fina capa de polvo y yo tenía un cabreo del quince.
- La última experiencia que os quiero contar fue en un restaurante en Salamanca el 01 de enero. Será la fecha, será la casualidad, no se me ocurrió otra cosa que pedir rodaballo para comer. ¿Habéis comido alguna vez blandiblú (slime, parece que se llama ahora)? Ese rodaballo era una masa gelatinosa e informe, sin carne apenas, con más espinas que un rosal. Era como si hubieran recogido las sobras de varios pescados y las hubieran convertido, como un puzle, en uno solo…
Igual que os cuento esto os digo que no suelo reclamar nada en un restaurante o un hotel. O la cosa se pone fea o no soy capaz de enfadarme con un camarero o camarera que, habitualmente, no tiene ninguna culpa de lo que está pasando. Aunque, ahora que lo pienso, quizá debería haber dicho algo y no solo escribir una crítica demoledora en Tripadvisor.
¡Eh! ¿Cuáles han sido vuestras experiencias más terribles? ¿Me lo contáis en los comentarios? ¡Y si queréis recibir las actualizaciones del blog, suscribiros! Es tan fácil como poner vuestra correo en la parte superior del blog
1 comentario
[…] suelo enfadarme en los restaurantes. Como todos, he sufrido retrasos, camareros poco simpáticos, instalaciones de una limpieza dudosa…, pero suelo ser comprensivo. Sin embargo, el Día de Reyes experimenté en un restaurante de […]