Es inevitable pensar en ello, en lo que vendrá después. Es, diría yo, necesario. Hemos ido pasando por distintos estados —incredulidad, miedo, conciencia, dolor— y ahora toca mirar más allá, proyectar nuestro futuro inmediato, ponernos en la situación de qué sucederá cuando esto termine. Matamos al bicho y ya está. Recuperamos los hospitales con su trasiego habitual. Volvemos al día cero como si nada hubiera pasado.
Pero es que eso no es posible. No debería ser posible.
Leo y escucho a muchos que desean —deseamos— «recuperar su vida», que necesitan —necesitamos— regresar a lo que hacían antes del confinamiento, restablecer las rutinas, resetear, volver a empezar, fresh start. Hemos perdido mucho, hemos sido conscientes de nuestra fragilidad, y también nos hemos emocionado con la creatividad, solidaridad y la compasión del ser humano.
¿Y ya está? ¿Nada de esto se aprovecha, no se aprende ninguna lección?
No es posible.
Cuando termine el confinamiento sabemos que vendrán otras «incomodidades». Es muy probable que, durante un tiempo, extrememos nuestros hábitos públicos de higiene. Con toda seguridad, terminaremos 2020 con nuestro derecho de reunión limitado, con las posibilidades de viajar mermadas; recortados, seguro, otros derechos. Y habrá que estar vigilantes, ejercer de ciudadanos responsables y críticos.
Me pregunto también si mi forma de ser cambiará: si daré menos la mano, si abrazaré poco, si apenas daré besos para saludar o felicitar, si dejaré de preguntar «qué tal todo» golpeando ligeramente la espalda de otro. Pensadlo, haced el ejercicio mental, tratad de sumar la cantidad de veces en una semana normal de vuestras vidas en las que tenéis cualquier tipo de contacto físico, por leve que sea, con amigos, compañeros de trabajo, clientes…
¿Os imagináis siendo de otra forma?

Lo que vendrá después en la política
La pregunta por cómo va a ser la vida después de todo esto no se reduce a nuestro pequeño mundo: también a qué lecciones políticas hemos aprendido. No, no, no, no me refiero a qué pensamos ahora sobre un partido político u otro —probablemente, mantendremos las opiniones previas al coronavirus—. Esto es otra cosa que debemos aprender: la política no son (solo) los partidos. Repetidlo conmigo: «la política no son (solo) los partidos».
Cuando digo que qué lecciones políticas hemos aprendido me refiero a la POLÍTICA con mayúsculas, al bien común, a qué queremos ser como sociedad. ¿Exigiremos a nuestros dirigentes —sean del signo que sean— que nuestro sistema púbico de salud esté bien dotado y, ojo, bien gestionado? Porque el coronavirus se ha colado por sus costurones. Yo lo haré.
¿Miraremos para otro lado cuando A o B lancen a los cuatro vientos sus proclamas racistas para explicar la pandemia? ¿Respetaremos a los medios de comunicación que no se hayan puesto del lado de los que sufren, esos que obedecen fielmente otros intereses que no son la verdad? Y nosotros, ¿seremos capaces de romper la inercia trágica de nuestro país y haremos alguna crítica a los partidos a los que votamos, estén en el gobierno o en la oposición?
Lo que vendrá después es incierto, pero podemos empezar a construirlo.
¡Eh! ¡Si te apetece, deja un comentario! ¡Y si quieres recibir las actualizaciones del blog, suscríbete! Foto: Werner Du plessis / Unsplash
1 comentario
[…] de las pérdidas: de las cercanas, de las lejanas. El pasado sábado me preguntaba por lo que vendrá después de todo esto (gracias a todos y todas los que me habéis escrito, en público y en privado, comentando esa […]