Los microrrelatos están de moda, amigos y amigas. Esto es así, en primer lugar, porque magníficos escritores y escritoras se han atrevido a hacer este tipo de literatura, tan pequeña que es micro. Sin duda, otras de las causas del auge de los microrrelatos son redes sociales como Twitter, que han avivado el fuego de las historias hiperbreves hasta el punto de que algunas cuentas cada mañana saludan a sus seguidores con un relato en 140 caracteres. Igualmente, han brotado como champiñones los concursos literarios que limitan la extensión de los textos que se presentan a unas pocas palabras. Uno de los más conocidos es «Relatos en cadena», organizado por la cadena SER y la Escuela de escritores, que concede un premio de 6.000 euros a la mejor historia que no supere las 100 palabras.
¿Qué es un microrrelato?
Obviamente, permitidme la broma, en este caso el tamaño sí importa, pero no hay una regla fija sobre la extensión de un micro. La brevedad es una de sus características principales, pero no es la única. Existen micros de una o dos líneas (se suelen llamar hiperbreves) y micros que ocupan dos, tres o cuatro párrafos. Algunas personas muy entendidas dicen que no deben pasar de una página, que se deben poder ver completos en un vistazo.
El micro más famoso es el dinosaurio de Monterroso, que solo tiene siete palabras. Mirad:
Hay otros requisitos para escribir un buen microrrelato. Un poquito más abajo en este texto os voy a recomendar un manual práctico para escribir microrrelatos, por si os apetece probar con ellos. Para que os hagáis una idea y sin querer ser muy exhaustivo:
- Un micro debe contar una historia (o se debe poder adivinar), no puede ser una frase ocurrente
- Un micro suele contar con muy pocos personajes presentados de forma esquemática.
- Los micros suelen tirar de los conocimientos de los lectores, de su acervo cultural para que complementen la historia. Un buen ejemplo el siguiente micro, titulado «La bala»:
La bala sale del cuerpo de JFK el 22 de noviembre de 1963, golpea contra la carretera de Dallas por la que circulaba su limusina Lincoln Continental y, con las matanzas de Vietnam de fondo, sale disparada hacia 1914, donde penetra en el uniforme del archiduque Francisco Fernando, provocando la Primera Guerra Mundial. El proyectil rebota en un edificio de Sarajevo y se dirige hacia el 17 de julio de 1918 para agujerear la cabeza del zar Nicolás II, desencadenando los episodios más sangrientos de la revolución rusa. Al golpear contra el paredón del sótano, el plomo gira hacia el Viernes Santo del 14 de abril de 1865 y perfora la cabeza de Abraham Lincoln, incitando la venganza yanqui en tierras confederadas. Al rebotar contra una esquina del teatro Ford de Washington, va hasta el 11 de septiembre de 1973, y Salvador Allende cae fulminado en La Casa de la Moneda de Santiago de Chile, dando inicio a las matanzas de militantes de izquierda. Cuando la bala cruza el Atlántico a velocidad de crucero acaba en el 4 de noviembre de 1995, causando la muerte de Isaac Rabín y poniendo fin al proceso de paz en Palestina. La bala rebota contra el muro de las lamentaciones y viaja hasta las 17:17 horas del 30 de enero de 1948, acabando con la vida de Mahatma Gandhi en Nueva Delhi. Una vez asesinado el líder de la no violencia, la bala mágica retorna a la mano de un siniestro desconocido con sombrero y gabardina burdeos y la introduce en el rifle modelo Mannlicher-Carcano calibre 6.5 mm. de Lee Harvey Oswald, que, apostado en lo alto de un edificio de Dallas, está a punto de provocar una hecatombe mundial en cadena.
Además de jugar con los conocimientos de los lectores, es habitual también utilizar otras obras de la literatura y hacer alusión a ellas, a veces reinterpretándolas a través de la ironía o de otros recursos. Eso hice yo con una serie de tres micros basados en Peter Pan. Los tres cuentan una misma historia, pero cada uno de ellos desde el punto de vista de un personaje. Utilicé, además, el recurso de convertir en adultos (un poco sórdidos) a los personajes de esta historia infantil. Este es el primero de los tres, «Sombra (Peter)». Si queréis leer los otros dos (y alguno más) los tenéis en la página Relatos, en este blog.
Peter se despierta sobresaltado y busca su sombra, pero no la encuentra. Se incorpora, mira la pared de enfrente, patalea debajo de las sábanas. Nada. A su lado, Wendy duerme un sueño profundo. Sin gafas parece más joven. La sábana apenas tapa unos pechos rotundos. Peter exhala su aliento en la palma de la mano. Apesta a ron barato. Sin poner los pies en el suelo, se agarra del borde la cama y mira debajo. Ni rastro de la sombra. Oye cómo se rompe una botella en la sala de al lado. Nota cómo se humedece la sábana sobre la que descansa. La sangre mana a través de un corte limpio que une su ombligo y su esternón. Campanilla entra en la habitación y le arroja unos jirones a la cara. “Aquí tienes tu puta sombra”, le dice.
¿Quieres aprender a escribir micros?
Ya os he hablado en otra ocasión de mi amigo Manu Espada, guionista y escritor (es un excelente escritor de microrrelatos). Os conté una preciosa historia de un micro que escribió para su hijo, Daniel, al que le diagnosticaron un trastorno autista. Sus padres pensaron que jamás hablaría, así que Manu le dedicó el micro «El niño que se comía las palabras». Os lo conté en esta entrada, merece la pena echarle un vistazo.
Manu acaba de presentar un manual que se llama Las herramientas del microrrelato, editado por Talentura. Es un manual muy práctico de escritura creativa orientado a quienes quieren adentrarse en el mundo del microrrelato. Pero mejor que os lo cuente el propio Manu Espada en este vídeo de apenas dos minutos.
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1 comentario
Los microrrelatistas (qué palabro) estamos obsesionados por ver quién la tiene más corta…