Una hamburguesa de canguro, camello o potro. Un solomillo de reno, unas ancas de rana toro o un bistec de oso ruso. Si no eres carnívoro, quizá te pueda apetecer más unas larvas con fideos, una buena tempura de escorpión o unos grillos a la brasa. Y para rematar, de postre, unas sabrosas galletas de avispas, un revuelto de insectos al chocolate o un apetitoso pastel de huevos de mosca.
Las comidas raras están de moda, amigos y amigas. Cada vez es más sencillo (sobre todo en las grandes ciudades, aunque no solo) probar alguno de esos platos que nuestra cultura no ha incluido en su dieta, pero que los que saben dicen que aportan muchas cosas buenas para nuestro organismo, además de nuevas experiencias de sabor.
Laas comidas raras están de moda Clic para tuitearHoy quiero compartir con vosotros mis propias experiencias con algunas comidas que pueden parecer sorprendentes por infrecuentes en nuestro país. Cierto es que no he llegado al extremo de masticar grillos, escuchar en mi boca el crujir de chapulines colorados o degustar una ración de fugu, el venenoso pez globo, pero probablemente os resultará curioso. Seguro que vosotros podéis aportar algo más a esta entrada en vuestros comentarios. ¡Los espero!
Ancas de rana toro
Ya, ya sé que las ancas de rana no son extrañas en nuestro país, que se han comido con normalidad en determinados entornos rurales (todavía se comen). Lo peculiar de las que comí yo es todo el «proceso», por denominarlo de alguna forma, hasta que llegaron a mi plato.
Probé el muslito empanado de este animal en Zamora, Ecuador. Lo hice en un restaurante en el campo, en un entorno bellísimo (como todo el país). Me llevaron a un lugar en el que estaban las ranas vivas, un espacio denominado, no sin ironía, «corredor de la muerte». Ahí tuve que elegir a mi víctima, como quien selecciona una langosta en un vivero. Afortunadamente, no tuve que ver cómo la sacrificaban y despiezaban. Al poco tiempo me sirvieron las ancas «apanadas» (así se refieren allí al empanado). Tengo que decir el sabor y la textura son suaves, recuerda en cierta forma a una mezcla entre pollo y pescado.
Hamburguesa de camello
No es difícil encontrar carne de canguro, cocodrilo o camello en supermercados y restaurantes. Yo comí en uno en el que servían este tipo de carnes y me decidí por una hamburguesa elaborada con carne de camello.
La carne de este animal tiene un sabor fuerte y su textura es algo seca, pero muy sabrosa. La hamburguesa me la presentaron bastante «desnuda» (solo algo de cebolla caramelizada y una salsa aparte) para apreciar mejor el sabor de la carne. No me pareció que desbancara a una buena ternera, pero no estaba mal.
Huevos de avestruz
¿Os imagináis un huevo frito que ocupe todo el plato y que apenas deje sitio para las patatas fritas? Pues más o menos así es un huevo de avestruz. Una yema de un naranja intenso y una clara muy similar a la de los huevos de gallina, pero en tamaño XXL.
Lo comimos entre cuatro personas porque el que nos sirvieron no era de los más grandes, ya que un huevo de avestruz puede pesar entre 800 gramos y 2 kilos. Para que os hagáis una idea, un solo huevo de avestruz equivale a más de 15 huevos de gallina. No detecté mucha diferencia de sabor con la gallina; quizá algo más esponjosa su clara que la de gallina, pero nada muy destacable.
Asado de reno
En mi viaje a Tallin (Estonia) comí carne de reno. Además de la impresión simbólica que te puede dar comerte a Rudolph, la carne de reno tiene un sabor fuerte, muy similar a la de cualquier carne de caza que podamos comer en España (venado, por ejemplo). Es una carne magra (apenas tiene grasa) y bastante recia. Para equilibrar ese sabor tan fuerte, se suele servir (o al menos así la comí yo) con una salsa de frutos rojos.
Ensalada de perejil
Egipto es un país maravilloso. Los que hayáis podido visitarlo estaréis de acuerdo conmigo. No solo es bello, eso es una obviedad, sino que además su gente es encantadora y su gastronomía muy destacable. Curiosamente, el plato del que os voy a hablar, aunque lo probé en El Cairo, no es egipcio, sino libanés.
Fue en una cena en uno de los barcos del Nilo. Nos sirvieron una ensalada que en España llamaríamos «ensalada mixta», pero la base no era lechuga, sino perejil. Iba acompañada de tomate natural y de una picada de ajo crudo. He de reconocer que me costó comerla, porque aunque los primeros bocados me resultaron muy intensos, llenos de sabor por el contraste entre el perejil fresco, tan aromático, y el ajo, al final se me hizo difícil de asimilar. Quizá fuera porque para nosotros el perejil es un acompañamiento, un aderezo, y no un ingrediente principal.
¡Eh! ¡Cuéntame en un comentario tu experiencia con comidas raras! ¡Y si quieres recibir las actualizaciones del blog, suscríbete!