Esta semana he conocido a María Fernanda Ampuero, una estupenda escritora ecuatoriana. Bueno, no es que la haya conocido personalmente, no exactamente. He asistido a una charla virtual junto a un número reducido de personas en la que ella nos ha contado todo el proceso de escritura de su último (y maravilloso) libro de relatos: Sacrificios humanos, publicado por Páginas de espuma.
La idea de juntar a escritora, lectores y lectoras es de la librería Casa Tomada, que ha organizado encuentros con tres escritoras y un escritor de relatos. Los que asistimos a las charlas —creo que apenas somos 15 personas— compramos los libros y por un poquito más de dinero «nos vemos» un par de horas con los autores.
No voy a detenerme mucho en este libro, Sacrificios humanos, aunque se lo merece. Sus relatos son brutales, excelsos, no dejan a nadie indiferente. Están escritos con mucha destreza y no menos técnica, pero, sobre todo, están escritos desde el corazón.
Desde las entrañas, en realidad.
María Fernanda nos contó que ella solo sabe escribir desde el dolor. Y que no concibe otra forma de hacer buena literatura.
Ella lo hace desde el dolor desgarrador de haber tenido una abuela clasista y racista; de haber pasado su adolescencia sufriendo el peso de sus kilos de más; de haber descubierto a su padre muchas veces borracho; de haberse sentido inmigrante, extraña, lejos de los suyos. Al final es el dolor de ser distinto, de no ser lo que se espera.
Un pato en el Manzanares.
Tengo la experiencia de haber escrito mis mejores líneas —así lo entiendo yo, al menos— en momentos de alta intensidad emocional, pero no necesariamente de dolor. Como todos, he tenido momentos vitales muy duros aunque, en general, creo haber llegado a mis taitantos años sin traumas duraderos.
No creo ser un escritor que escribe desde el dolor.
María Fernanda Ampuero habla como escribe. O escribe como habla, no sé. Todo en ella es intenso, hermosamente excesivo, radicalmente humano. Y, quién sabe, puede haber sido ese dolor el que la haya hecho así: genuina y maravillosa.
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