Sonríe, le invita a una copa y se hace el simpático. «Es encantador», dice a su amiga una adolescente, más bien fea, antes de aceptar salir con él a la pista. Se besan y se toquetean en medio de un baile frenético, pero él enseguida se cansa de ella y busca una excusa para deslizarse entre el humo de los cigarrillos.
Vuelve con sus amigotes. Todos más jóvenes. Él ronda los cuarenta, aunque una imagen cuidada, dos operaciones y varias horas de gimnasio semanales han logrado que aparente menos. Se abraza a ellos, reparte algunas pastillas y no deja de bailar. Se diría que se lo está pasando en grande. Uno dice: «Me tengo que ir, mañana curro». Él responde: «Eres un coñazo, nenaza».
Poco después se sienta con un grupo que bebe en la barra y que observa estupefacto su ir y venir y sus movimientos convulsos. «Solo paro para cargar pilas, eh», les advierte. Son los invitados de una boda que pasan la noche en la misma sala de fiestas. Él hace chistes con el nombre de la discoteca, Nuncajamás, así que pronto se convierte en el centro de atención. Tras algunas bromas, filosofa con pesimismo sobre la vida y las relaciones: «No se puede confiar en nadie», afirma muy serio. «Será porque nadie confía en ti», le replica cortante una chica del grupo que ha permanecido callada hasta entonces.
Enciende un cigarrillo, apura un trago y mira a la chica. Tiene unas gafas redondas y pequeñas, el pelo corto y pecas en la cara. Alguien sin una mano rompe el silencio con un chiste malo sobre su muñón y él sonríe por cumplir. Ella, arrepentida de su crudeza, se sienta a su lado. Hablan y hablan hasta que amanece, para después irse juntos cogidos del brazo.
Afuera empieza a llover. Algo parecido a una libélula aletea entre las luces calientes de la discoteca.
Todos los niños del mundo, menos uno, crecen. Y no solo crecen, sino que enseguida saben que han de crecer (JM. Barrie-Peter Pan) Clic para tuitear¿Qué te ha parecido el relato? ¿Cómo lo interpretas? ¡Y si quieres recibir las actualizaciones del blog, suscríbete!