Soy obsesivo. No lo voy a ocultar. Soy obsesivo. No sé si más o menos que otras personas, pero lo soy. Soy obsesivo. Supongo que la literatura es muchas veces una terapia, o una confidencia o, a lo mejor, una obsesión añadida al catálogo de obsesiones.
Este relato, Acuda a su caja, responde, al menos, a dos de ellas. La primera es obvia: las cajeras. No me malinterpretéis: no es un tema fetichista (soy muy poco fetichista) sino, más bien, algo metafórico. Porque una cajera, como concepto, está llena de contradicciones. Tiene un poder simbólico (como dice Ismael Serrano en su canción, las cajeras son reinas del súper) y a la vez es tan frágil, tan “último eslabón de la cadena”, tan sujeta a los caprichos de los clientes… Una cajera tiene, además, un universo propio de gestos, términos y movimientos.

La otra obsesión que aparece en el relato son las manos. Me obsesionan las manos de la gente. Hay personas que se fijan en los ojos de los demás, o en su pelo, o en su cuerpo… A mí me gustan las manos. Este es un fragmento del relato que lo explica muy bien:
Las manos son reveladoras. Cuentan historias de la gente. Con un poco de práctica se puede averiguar la profesión de una persona por sus manos. Al principio nos fijamos en lo evidente: manos callosas para los albañiles; uñas y yemas oscuras para los mecánicos. Pero con el tiempo uno va poniendo su atención en los detalles, en las sutilezas. Por ejemplo, es fácil adivinar que alguien es médico o enfermero si se rasca continuamente las manos o tiene las palmas enrojecidas.
«Acuda a su caja» (Hoy no puedo)
En la historia de Acuda a su caja (el cuarto relato en Hoy no puedo, pero el último que escribí y el único de los siete escrito en Sevilla) me enfrentaba a la dificultad de mezclar con la mayor habilidad posibles mis dos obsesiones: las cajeras y las manos. Además, la cosa se complica con la presencia de una cajera ciega (Noelia). La otra protagonista, Pepi Bartolomé es, desde mi punto de vista, un personaje muy potente y un gran contrapunto al personaje masculino. Pepi es resuelta, sencilla y muy, muy “cajera”. Tuve que dar muchas vueltas a la construcción del personaje para que fueran sus gestos y sus palabras los que la definieran, para alejarme de cualquier tentación de calificarla.
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Foto: Luis Zafra / 500px
1 comentario
Juan Plaza, solo puedo decir que eres un genio, un crack, una persona eficaz de los pies a la cabeza. ¡El obsesivo más maravilloso que he conocido en la vida!