Será por las fechas en las que estamos, o quizá por el vértigo que produce ver cómo termina un año, o a lo mejor por las ilusiones y esperanzas que ponemos en 2014. Será por todo eso que es ahora cuando toca hacer balance, y proponerse retos, y fijarse metas, y mirar hacia delante. Porque junto con la nostalgia de lo que se fue y con las punzadas de las cicatrices que han dejado los que marcharon, no hay nada más humano que mirar al futuro, que pensar en lo que vendrá, que soñar con algo mejor.
El año 2013 ha sido para mí un año especial: reencuentros y encuentros, un nuevo trabajo en una hermosa ciudad, compañeros y compañeras excepcionales en la Universidad Loyola Andalucía, la confianza de la editorial Talentura en los relatos de Hoy no puedo, la amistad de Manu Espada, el talento de Laura Ochoa, el aliento de mis amigos, el cariño de mis exalumnos y exalumnas… A veces me da miedo repetir mucho todas estas cosas, por si se rompe la magia.
Para 2014 no me conformo: quiero más. Quiero más risas, quiero más literatura, quiero más mar, quiero más sol, quiero más música, quiero más paz, quiero más igualdad, quiero más respeto, quiero más paciencia, quiero más futuro…
Dice Muñoz Molina en Todo lo que era sólido (un acertadísimo análisis de las causas que nos han llevado a esta crisis) que es mucho más fácil destruir que construir. Él se refiere a lo sencillo que es cargarse de un plumazo todo lo material e inmaterial conseguido a lo largo de los años con mucho esfuerzo, explica cómo se aniquila en minutos la cultura del consenso, la convivencia o la solidaridad. Yo hago mía esta idea de “siempre construir”. Quizá es que a los que amamos la palabra, a los que escribimos no nos queda otra porque, jugando con los famosos versos de Gabriel Celaya, “la literatura es un arma cargada de futuro”.
Os espero en 2014.
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