Esta semana me han puesto la primera dosis de la vacuna contra la COVID-19. Venga, os lo digo, que los estáis deseando: ha sido Pfizer.
(Paro un momento para manifestar mi sorpresa y consternación por cómo somos los españoles, opinando sobre vacunas, efectos secundarios, porcentaje de éxito… Normal, a ver, ¡si todos tenemos un médico y un seleccionador nacional de fútbol dentro!).
A lo que voy. Que estoy muy contento por haber recibido la vacuna y por todo lo que significa, pero también estoy muy pero muy contento, y hasta se me sube un punto la bilirrubina del optimismo, por cómo estamos gestionando, en general, el proceso de vacunación.
Por ejemplo: en la comunidad en la que vivo, Andalucía, un territorio extensísimo con más de ocho millones de habitantes, se está vacunando rápido y bien. Al esfuerzo del personal sanitario (encomiable), hay que añadirle una logística bastante razonable.
No solemos decir esto de nosotros mismos. Con frecuencia nos mostramos más autodestructivos que autocríticos. Pues esta vez, no.
La vacuna y la ciencia
También estoy encantado con los «casos de éxito» en la curación de la enfermedad que he podido conocer. Por supuesto, he tenido conocimiento también de historias muy tristes con un final indeseado, pero me parece que se destacan poco los finales felices de quienes han salido adelante.
Esto es otro punto más a favor de nuestro sistema de salud (acordaos cuando votéis, amiguitos y amiguitas, de exigir a vuestro partido, que no se les olvide a ninguno este asunto), de la capacidad de aprender y adaptarse de nuestros sanitarios y sanitarias y de, parece increíble que haya que decirlo, de la trascendencia de la ciencia y la investigación.
Y así lo dejo hoy. Con mis plegarias puestas en lo científico.
Y henchido de optimismo.
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2 comentarios
¡Qué bien! Yo estoy deseando que me llamen, y también me emociona ver los datos todos los días de la cantidad de vacunas que se han puesto y lo bien que se está haciendo. Una vacunación así, sin precedentes y con mucha gente diciendo que no éramos capaces.
Por cierto, mira a ver, que por menos de esto empiezan a llamarte rojo y sanchista. Todavía, o más bien se han destapado mucho últimamente, hay mucha gente que no entiende que la defensa de una sanidad pública como la nuestra no es una cuestión de ideología sino de sentido común, de empatía con el de al lado, y de entender que nos va la vida en ello. No voy a decir aquello de que tenían que vivir lo que es un sistema sanitario como el estadounidense, pero yo lo he vivido en México y queda tan claro quién es de primera y quién de segunda o tercera…
¡A disfrutar tu vacuna!
Bueno, yo creo que esta pandemia nos ha enseñado que por encima de los partidos está el acuerdo, más o menos generalizado, de que habíamos dejado ir un poco a la sanidad pública, y que tenemos profesionales en todas las categorías muy preparados que necesitan medios. Yo huyo aquí del partidismo y la medalla de unos y otros y creo que nuestro éxito en el proceso de vacunación es más como sociedad.