A las pocas semanas de empezar mi carrera, uno de mis profesores nos propuso una cita a ciegas.
No, no, no, no es lo que pensáis, no me he explicado bien: un profesor nos planteó dedicar su hora de clase a que sus alumnos y alumnas entablásemos conversación con alguien con quien nunca hubiésemos hablado. A ese nivel estaba aquella cita a ciegas.
Os pongo en contexto.
Estudié Periodismo en Salamanca. En mi clase éramos más de 100, pero de esos 100 solo 10 éramos de la ciudad. El resto eran todos oriundos de otras ciudades de España. Nadie conocía a nadie. Toda una aventura.
Así que este profesor llegó un día y dijo: «Lleváis aquí dos meses. ¿A cuántos compañeros y compañeras conocéis? Quiero que ahora os levantéis y os acerquéis a una persona, le digáis que queréis conocerla y quedéis otro día para tomar un café».
Alguien se acercó a mí, se presentó y me dijo sin tapujos: «Te he escuchado intervenir en alguna clase. Me pareces alguien interesante y me gustaría saber más cosas de ti. ¿Quieres tomar un café conmigo?».
Y así, de esa forma tan simple pero tan complicada, conocí a una chica de Huelva con quien entablé amistad durante todos mis años de carrera. Y, siento defraudaros si esperáis otra cosa, solo fue amistad (jejeje).
Soy consciente de que esto no es exactamente una cita a ciegas, pero casi. ¿Se os ocurre otra forma de definir esta situación?
Una cita a ciegas de verdad… o casi

«Cita a ciegas» es también el título de una famosa película de finales de los 80 protagonizada por Bruce Willis y Kim Basinger. No era una gran película —a pesar de estar dirigida por Blake Edwards y tener música de Henry Mancini—, pero tuvo bastante éxito, especialmente por la relevancia en aquel momento de la pareja protagonista.
El argumento era un poco loco, aunque previsible en su desenlace: Walter Davis (Bruce Willis) es un ejecutivo adicto al trabajo que necesita una pareja para acudir a una cena de negocios. El caso es que Walter acaba aceptando una cita a ciegas con Nadia (Kim Bassinger). A partir de ahí se desarrollan una serie de acontecimientos que al final desembocan en un gran caos.
No profundizo en el guion, porque la película no es lo que me interesa en estos momentos. Más allá de las lecturas que pudiéramos hacer en 2020 (que las tiene), me interesa que os pongáis en esta situación: ¿aceptaríais una cita a ciegas de este tipo para acudir a una cena, boda, acontecimiento…?
Yo tuve un amigo —le perdí la pista— que hacía estas cosas: acabó siendo el comodín de algunas mujeres para cenas familiares y eventos varios. Lo que empezó como algo anecdótico, familiar, se convirtió casi en una profesión, hasta tal punto que acabaron llamándolo personas a las que ni siquiera conocía.
Ya sé lo que estáis pensando: Juan, eso no es exactamente una cita a ciegas.
¿Aceptarías una cita a ciegas para ser la pareja de alguien a quien no conoces en una boda? Clic para tuitearDemos pues un salto argumental y hablemos de una cita-a-ciegas de verdad. No, no me digáis que eso es Tinder o cualquier aplicación de citas. Hablo de una cita clásica, esa en la que dos completos desconocidos acuden, con la intermediación de un tercero, a encontrarse en un lugar sin saber nada uno del otro. No hay móviles, no hay tecnología.
Hay sorpresa. Y nervios, imagino.
Siento muchísima curiosidad por los preparativos previos de esta cita: quién la concierta y con qué criterio une a dos personas (¿tiene varias opciones en mente y se acaba decidiendo, casi como un Cupido sin alas, por su idea de cómo encajarán estas dos personas y no otras dos?); cómo se encuentran los desconocidos, en una cafetería o un restaurante, en un parque, una plaza («llevo un clavel en la solapa», «tengo el pelo teñido de verde»); quién empieza a hablar y qué se dicen cuando nunca antes han cruzado una palabra; en qué momento salta una chispa o se cansan el uno del otro…
No sé, iluminadme. Contadme vuestra experiencia. No hace falta que os descubráis: siempre podéis decir que lo que me contáis (dejadme un comentario) le pasó a un amigo de un amigo que tuvo, hace un tiempo, una verdadera cita a ciegas.
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