Sencillo no es igual a simple. Lo repito muchas veces cuando hablo de escribir. Ser sencillo o sencilla es un virtud (en la escritura y en la vida, creo yo); ser simple, no. Las frases enrevesadas e inacabables, la pose erudita o el vocabulario rebuscado son los residuos del lenguaje. Como esos desechos que deja el colesterol malo en la sangre. Todo lo enturbian y no permitan que la sangre (léase, el mensaje) fluya sin obstáculos.
Carmina y amén es la segunda película dirigida por el actor Paco León, tras la primera parte de esta… ¿saga?, Carmina o revienta. Como seguramente ya sabréis, en los dos filmes la protagonista es la madre del director en la vida real: Carmina es una mujer sencilla, que vive una vida (aparentemente) sencilla y que se expresa también con mucha sencillez. Antes de continuar, una breve sinopsis para los que no la hayáis visto:
Tras la súbita muerte de su marido, Carmina convence a su hija María de no dar parte de la defunción hasta pasados dos días y así poder cobrar la paga extra que él tenía pendiente. Durante esos dos días esconden el cadáver y disimulan su duelo en la cotidianidad de un bloque de pisos de un barrio humilde de Sevilla. (FILMAFFINITY)
Por seguir con la metáfora: en esta peli no hay colesterol, no hay impedimentos para que el espectador se sumerja en el relato. Es más, sucede algo casi mágico que pasa en otras historias, cinematográficas o literarias: que a pesar de que el guion toma prestados elementos de otras obras, el resultado final nos parece, sin duda, algo nuevo, interesante y creativo. Repasemos. En primer lugar, la historia no es nueva. Hay decenas de ejemplos en el cine y en la literatura de personajes vivos que conviven por un tiempo con un muerto, o que hablan con un muerto o que utilizan a un muerto para la picaresca de cobrar una paga o un seguro. Tampoco lo son los personajes: sevillanos, bastante ingeniosos, de fachada simple pero con fondo complejo. Ni siquiera la puesta en escena es especialmente original: la acción se desarrolla prácticamente durante los 100 minutos de metraje en la cocina o el salón de una casa humilde de un barrio sevillano.
Y sin embargo (o quizá por ello) cada una de las piezas de este sencillo puzle encaja casi a la perfección, y el resultado final es una película inteligente, divertida, no exenta de sentimiento que (no quiero exagerar) muestra unos personajes reales como la vida misma, que se expresan e interaccionan con compleja sencillez.
P.D. Carmina Barrios merece una entrada aparte. Ella sola lo llena todo con su presencia y su capacidad natural para actuar. O quizá es que no actúa. Quién lo sabe.