«Mis personajes no quieren molestar a quien tienen al lado»
Carlos Frontera (1973) trabaja subtitulando para televisión y también imparte diferentes talleres literarios en Sevilla. Quizá por ser un lector voraz y por enseñar a escribir literatura tiene los mismos escrúpulos que cualquiera que publica su primer libro: no se siente digno de llamarse escritor. Probablemente esa fue la razón que le hizo pensárselo mucho antes de aventurarse a desempolvar sus relatos, elegir 17 de ellos y transformarlos en un estupendo volumen titulado «Andar sin ruido», editado por Páginas de Espuma.
—Si escribes desde hace más de 15 años, ¿por qué has tardado tanto en animarte a enseñar tus cuentos a una editorial?
Primero, porque soy muy consciente de lo difícil que es publicar en este país, pero no me lo planteé hasta hace 5 años sobre todo por pudor y por responsabilidad. Leía a otros autores y me decía: «Qué necesidad hay de sacar algo mío, con las maravillas que escriben otros». Fueron dos exparejas (antes de convertirse en ex) las que me animaron. Incluso una de ellas me apuntó a un taller de escritura y yo aproveché ese taller para pulir y terminar de rematar unos cuantos relatos que ya tenía escritos.
—Entonces los relatos de Andar sin ruido no son nuevos…
Alguno de los cuentos que acabo de publicar puede tener 15 o 16 años, mientras que otros son del año pasado. Lo que hice cuando decidí que iba a intentar publicar fue escoger de entre todo lo que ya tenía escrito y hacer una selección de lo que yo pensaba que podía ser más potente. Después me puse a buscar puntos en común entre los cuentos, algún hilo conductor que los uniera. Me salieron tres proyectos de libro diferentes.
—¿Cuántas veces te han dicho lo magnífico que es el título del libro? Porque lo es.
Pues aunque no lo creas, me costó mucho decidirme; de hecho, al principio no estaba muy convencido de este título, aunque el editor lo vio claro desde el primer momento. Después, sí. Una vez que tomamos la decisión, lo tuve claro. Lo que pasa es que el manuscrito inicial que presenté a Juan Casamayor [es el editor de Páginas de Espuma] tenía 25 relatos y no 17, y el hilo conductor era la familia, la presencia en las historias de una madre, un abuelo, un hermano…
—En tus relatos están presentes el miedo y algunos traumas, pero lo están de una forma soterrada, poco «ruidosa», aunque siempre amenazante. Tú incorporas el miedo a la narración como si fuera de la familia, como si ponerlo al lado de lo cotidiano lo normalizara.
Si lo piensas bien, la sensación de peligro que tenemos habitualmente las personas está normalmente asociada a la presencia de un ruido fuerte, pero a mí me resulta más amenazador la ausencia de ruido cuando supuestamente debe haber alguno. Por ejemplo, si tu madre cocina siempre cantando y un día caes en la cuenta de que ese «ruido» de tu madre cantando no está, resulta amenazador precisamente por su ausencia.
«La ausencia de ruido puede ser algo amenazador». Carlos Frontera. Clic para tuitear—Tú tienes pinta de ser un tipo poco ruidoso, discreto.
Jajaja, es cierto, soy una persona discreta. En mis cuentos ocurre que siempre hay un personaje que no quiere molestar al que tiene al lado o que no quiere ser descubierto. Cuando eliminamos algunos cuentos del proyecto original y dejamos los que quedaron en la versión final me di cuenta de que lo que compartían todas las narraciones era el miedo de los personajes a hacerse notar, su necesidad de pasar desapercibidos, su intención de no molestar. Por eso el título: Andar sin ruido.
—El amor de tus relatos es viscoso, no es sólido. ¿Tiene algún sentido esta imagen para ti?
Es una buena imagen. El amor, a poco que se tambalee, pierde su forma original. Es inestable
—Los que te seguimos en redes sociales estamos acostumbrados a una versión breve de Carlos Frontera, alguien que escribe greguerías, microrrelatos, ocurrencias ingeniosas… No habrá sido fácil cambiar el chip para enfrentarte a diez o quince páginas con un tono muy diferente al de tus textos de Facebook o de Twitter.
Lo cierto es que siempre he compaginando lo breve con la distancia media. Lo que escribo en Facebook o Twitter son ocurrencias que casi no pienso, es algo que me sale solo, automático, que se activa de vez en cuando. En cambio, los cuentos son otra cosa, exigen más disciplina, sentarme en una mesa. Mi forma de escribir es muy cercana a la escritura automática; de hecho, normalmente no tengo pensado el cuento que quiero escribir antes de hacerlo, sino que es una frase o una imagen potente la que destapa la creatividad. Dejo madurar esa imagen en mi cabeza y si unas semanas después todavía sigue allí, me pongo a escribir sin saber a dónde voy a llegar. Esto me libera bastante.
—La escritura automática no entiende mucho de rutinas ni disciplinas.
No, no tengo rutinas para escribir: básicamente lo hago cuando me lo permite mi tiempo libre y cuando me apetece. Solo hay una excepción: cuando me pongo en modo corregir, ahí sí soy disciplinado porque me lo exige la propia labor de corrección. Por lo demás, soy más bien diurno —la noche son palabras mayores—, prefiero levantarme temprano. Hasta no hace mucho me gustaba la soledad para escribir, pero desde hace un par de años me he acostumbrado a las cafeterías. Desde que me separé de mi última pareja, hace unos dos años, escribir solo en mi habitación me llenaba de tristeza. Un día descubrí que la cafetería me resultaba menos triste, y conseguí aislarme del ruido y trabajar.
—Los relatos no son novelas en pequeñito. Díselo a todos, Carlos.
Me preguntan siempre: «¿Cuándo vas a escribir la novela?», como si no fuera meritorio escribir relatos. Yo me siento más cómodo con los cuentos porque puedo experimentar con la estructura y el lenguaje. También me pasa como lector. Prefiero una historia en la que me cuenten el fogonazo pronto que algo más dilatado en el tiempo. Además, el cuento admite un poco de disparate. Son muy pocas páginas y aunque el lector pueda perderse no pasa nada porque se reengancha con facilidad. En cambio, una novela como no tengas una estructura bien armada, como haya mucha experimentación en sus formas, puede llegar a ser es un desastre.
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1 comentario
[…] lectura diferente es la de Andar sin ruido, del escritor sevillano Carlos Frontera, al que entrevisté para el blog. Andar sin ruido mezcla imaginación con ternura, aunque de fondo haya historias de desamparo y […]