Dice la teoría que el dinero mensual que destinamos al pago de nuestra vivienda, bien sea la hipoteca bien sea el alquiler, no debería superar el 30 % de nuestros ingresos. (Dejo unos segundos de silencio para que lloréis u os carcajeéis, según os toméis esta información).
Si esto es cierto, una persona con un ingreso neto mensual de 1 000 euros no debería pagar más de 300; alguien que ganase 1 500, unos 450; y alguien que rondase los 2 000 tendría, teóricamente, que destinar un máximo de 600 euros a su alquiler.
Lo cierto es que ni siquiera en ciudades pequeñas con niveles de vida no demasiado altos se encuentran estos precios. Probablemente todos los que me leéis podréis explicar casos sangrantes de auténticos zulos a precios locos (os animo a contar todos esos casos dejando un comentario en esta entrada).
Una persona con 1 500 euros de sueldo no tendría que pagar más de 450 de alquiler Clic para tuitearComo os contaba hace unos días, yo me acabo de mudar. Vivo en un barrio que está a las afueras de Sevilla. A las afueras, a las afueras. Vamos, que las últimas casas están en la autovía de circunvalación que da acceso a las salidas de la ciudad a Huelva, Cádiz o Granada. Desde mi barrio —que me gusta mucho, ojo— hay al menos 6 kilómetros hasta el centro.
Y aun así, los alquileres son imposibles. De comprar, ni hablamos.
Para que os hagáis una idea: un piso idéntico al que he abandonado hace apenas un mes, con tres habitaciones y plaza de garaje, pero sin trastero —en una urbanización con piscina, eso sí—, 1 100 o 1 200 euros. Si hacemos el cálculo sencillo con el que empecé el artículo, para pagar 1 100 euros de alquiler y que esa cantidad sea el 30 % de tus ingresos hay que ganar 3300. Pues eso.

El corazón —y el alquiler— partío
Cuando le doy vueltas a por qué estamos así con los alquileres y, sobre todo, qué me parece a mí que debería hacer un gobierno con ello, a veces me habla el liberal que todos llevamos dentro y otras veces el socialdemócrata.
Quiero decir: por un lado, entiendo —y defiendo— el sentido de la propiedad, comprendo que alguien que compró en su día un piso para que sus hijos tuvieran algo cuando se independizaran no está buscando especular, pero tampoco quiere ser el más tonto del pueblo: si el de al lado lo ha vendido o lo ha alquilado por tanto, por qué él (o ella) va a ser menos. Lógico, aunque eso abre una espiral de locura sin fin, alimentada por los especuladores que compran los pisos a cualquier precio y terminan inflando artificialmente el mercado.
PAUSA: merece la pena escuchar a Nieves Concostrina en su podcast Acontece que no es poco, dedicado al primer crac bursátil de la historia. No fue con pisos, fue con tulipanes.
A todo esto, todavía no he hablado de Airbnb y por qué narices el sistema de alquileres vacacionales podría tener alguna culpa de que mi alquiler o el vuestro no sea más barato.
Otra vez el liberal me dice: «Oye, Juan, la libertad es lo primero. Si alguien tiene una casa vacía, mejor que la alquile, aunque sea por temporadas. Además, chaval, a ti también te encanta ir con la familia a Cádiz y pagar la mitad o menos de lo que te costaría un hotel». Ok. Touché.
El argumento tiene su base razonable… si fuera totalmente cierto. Quiero decir: los alquileres vacacionales están siendo ya otro foco de especulación. No es que mi tía, viuda, alquile las habitaciones sobrantes de su vivienda; tampoco es que alguien ponga en circulación la casa del pueblo a la que solo va en verano: es que en Roma, por ejemplo, «más del 60% de las ofertas pertenecen a propietarios que tienen un mínimo de dos inmuebles en la ciudad, aunque la mayoría regenta más de 100». En Mallorca, más del 75 % de los propietarios tienen más de una oferta en Airbnb.
¿Y mi alquiler? Pues seguid el razonamiento: si los centros de las ciudades se llenan de apartamentos vacacionales, si las familias tienen que irse a los barrios periféricos a alquilar, si hay más demanda que oferta y si no existe una mínima regulación (de precios máximos, por ejemplo)…
Del impacto en las ciudades y del turismo desaforado ni hablamos hoy.
En lo que se refiere a alquileres vacacionales, París, Berlín, Roma o Londres ya tienen regulaciones más o menos estrictas para tratar de controlar sus efectos indeseados. En España los partidos en el Gobierno han hecho alusión varias veces a la necesidad de regular de alguna manera los alquileres (otra cosa es cómo, pues habrá que conciliar los derechos, la libertad de arrendadores y arrendados y el bien común).
Ya sé que no es fácil el tema, pero algo habrá que hacer para no caer en los errores del pasado más reciente con la burbuja urbanística. ¿Tenéis alguna idea? ¿Me contáis vuestra opinión?
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